Junto con la familia creamos un perfil de la cuidadora deseada y procedemos evaluar dentro del staff de nuestro equipo.
Son presentadas a la familia las cuidadoras que han aprobado satisfactoriamente los diversos filtros de selección. Una vez conocida la propuesta la familia elige la cuidadora acorde a sus necesidades comunicadas anteriormente.
A su vez realizamos seguimiento de la persona elegida durante los tres primeros meses que transcurren en la garantía, para verificar haber realizado una buena búsqueda y selección.
Gozar de excelente salud física ya que, debido a que el adulto mayor que necesita de los cuidados a causa de su deterioro corporal y sensorial, sus capacidades disminuyen y el especialista será su apoyo.
Manejar adecuadamente las emociones, como la frustración y el enojo. Tener una noción razonablemente clara de lo que nos sucede a nosotros mismos es una obligación moral ya que saber cómo somos nos permite saber cómo influimos en los demás.
Practicar valores, como el respeto, la tolerancia y la compasión. Los mismos son fundamentales para brindar un trato humanitario al adulto mayor.
Tener la capacidad de generar empatía, es decir, considerar la situación del adulto mayor y actuar conforme a ella.
Sentir satisfacción en la realización de la labor de servir y ayudar al adulto mayor. La vocación nos permite sostener la tarea en el tiempo.
Tener una actitud generosa, el paciente requiere siempre de tiempo para la escucha, la compañía y la comprensión. Estar consciente de la importancia que tiene tu tarea con el adulto mayor.
El especialista en atención y cuidado del adulto mayor, por las características propias de su labor, puede ayudar en la detección de síntomas de alarma del estado físico y psíquico de su paciente a cargo.
En un inicio deberá centrarse en el estado de fragilidad, de la capacidad aeróbica (buen funcionamiento en corazón, vasos sanguíneos, pulmones), de la función cognitiva (inteligencia y memoria) y del estado nutricional del adulto mayor, así como la vulnerabilidad a la que pueda estar expuesto. Es decir, se debe poner atención a la fragilidad afectiva, así como a la fragilidad social, por ejemplo, aquellos que viven en una situación muy condicionada como ser situación de aislamiento social, situación económica precaria, viviendas inadaptadas, familia con conflictos generacionales, etc.
También se debe poner atención a la pérdida de funciones (físicas, cognitivas, nutricionales, afectivas y sociales) en el adulto mayor para luego, una vez que tenemos conocimiento de las limitaciones, intentar mejorar sus aptitudes y adaptarlo desde el punto de vista holístico, en relación con la integración de los diferentes elementos que conforman la vida del adulto mayor.
De manera general el especialista llevará a cabo diferentes tareas con la finalidad de atender a los cuidados que necesite el adulto mayor, y además favorecer el establecimiento de vínculos de buena calidad con él, entre él y otras personas. El especialista en los cuidados y atenciones del adulto mayor, teniendo en cuenta las necesidades, las limitaciones y las habilidades de cada paciente, se encargará de:
El apoyo que brinda el especialista en cuidados y atención del adulto mayor será para cada caso diferente, ya que existen condiciones individuales de cada paciente que determinarán su situación médica general, su capacidad funcional y el entorno en el que se desenvuelve.
El término “vínculo”, del latín vinculum, significa “unión o atadura de una persona o cosa a otra”. Partiendo de esta definición, debemos dar cuenta cuidadosamente de la implicancia del vínculo que se construye entre el binomio cuidador- persona cuidada. Un vínculo implica la presencia de dos y, por supuesto, el reconocimiento de otro diferente y diferenciado. En ese reconocimiento está la necesidad de trabajar progresivamente en la construcción de este vínculo que supone la posibilidad de un encuentro intergeneracional que derribe estereotipos, que permita un enriquecimiento mutuo y genere un espacio genuino de acercamiento y escucha.
El vínculo se fundamenta en la relación con el otro y en las emociones que se ponen en juego. Exige empatía, es decir, ponerse en la piel del otro, explorar qué siente, qué piensa, escuchar atentamente y responder a sus necesidades con flexibilidad, aceptando sus diferencias. Pero además exige calidez y asumir que, en el cuidado, tan importante como la actividad a realizar, es la forma individuales de cada paciente que determinarán su situación médica general, su capacidad funcional y el entorno en el que se desenvuelve.